Walter Mercado: los secretos del profeta que conquistó a Latinoamérica

Por Ariel Cabral

Con una apariencia andrógina, sacos llenos de brocado, capas de satín o pedrería, y enormes anillos, pulseras y collares, Walter Mercado Salinas saltó a la fama como un personaje inconfundible, auténtico e inolvidable.

Sin embargo, más allá de su histrionismo y llamativa apariencia, fue su oratoria llena de positivismo y su potente mensaje de amor, el que le abrió las puertas a los corazones de toda América, y Europa.

Como una muestra más de su fama, la reconocida plataforma Netflix se le midió al proyecto de producir un documental sobre la vida y obra del famoso astrólogo y esta semana mostró el resultado final con ‘Mucho mucho amor’, un acercamiento a la intimidad del mítico gurú de los astros, que desde 1969 popularizó las predicciones zodiacales en todo el continente americano.

La sentida producción dirigida por Cristina Costantini y Kareem Tabsch y producida por Alex Fumero, busca, a su vez, resolver uno de los mayores misterios de Walter: ¿Por qué de repente se alejó de las cámaras?

Pero la historia de este ‘profeta de la nueva era’, que nunca creyó que viajaría por el mundo, inicia bajo el signo de piscis el 9 de marzo de 1932, en la ciudad de Ponce, Puerto Rico, fruto del amor entre el puertorriqueño José María Mercado y la catalana Aída Salinas, quienes lo criaron rodeado de campo.

Walter, en el documental, se describió a sí mismo como un niño tímido e inseguro, algo para nada coherente con lo que sería de grande, pero sobre todo como un soñador. Entre sus recuerdos, contó que siempre figura el día en que a sus seis años revivió un ave, suceso que se comentó en la comunidad, quien le dio el nombre de ‘Walter Milagros’, ya que también había advertido a su maestra sobre la caída de la campana de la escuela, un día antes de que el accidente sucediera.

“Mi madre decía: Ser diferente es un regalo, ser común es ordinario. Desde ese momento decidí que iba a ser alguien importante”, dijo Mercado durante la producción.

Fuente: El País.

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