Un reencuentro en el Museo del Prado

Por gabriel

El jueves 12 de marzo el Museo del Prado cerró sus puertas como consecuencia del COVID-19 y las reabre el 6 de junio. Ha sido un período duro, pero no tiempo perdido, pues durante estos tres meses, millones de amantes del Prado han mantenido contacto con él a través de la página web y las muy activas redes sociales.

El período que se inicia, y que se prolongará hasta el 13 de septiembre, no será una vuelta a la situación anterior a la irrupción del COVID-19. Sería temerario, pues el virus sigue activo generando incertidumbre e imponiendo precauciones. A tal efecto, el Museo Nacional del Prado ha implementado un protocolo cuyas consecuencias no pasarán inadvertidas a los visitantes, a quienes agradecemos de antemano su comprensión y colaboración. Estas medidas condicionan tanto el programa de actividades educativas y expositivas (que se reanudarán en otoño), como la forma de mostrar la colección. Su consecuencia más evidente es un aforamiento de las visitas, en consonancia con las instrucciones de las autoridades sanitarias, y una reducción de la superficie abierta al público, motivada tanto por disponibilidades de plantilla como por el deseo de procurar una visita más segura.

Quien acuda al Museo del Prado hasta el 13 de septiembre no podrá recorrer todas sus salas, pero las que visite le procurarán una experiencia única. Para ello se ha concebido un espectacular montaje en la Galería Central y salas adyacentes, un espacio emblemático que, por sus características arquitectónicas, garantiza el cumplimiento de las recomendaciones de las autoridades sanitarias y procura un modelo de visita seguro para el público y los empleados.

El montaje, compuesto por 249 obras, sigue una ordenación preferentemente cronológica, desde el siglo XV a los albores del siglo XX, pero dada su excepcionalidad, diluye la tradicional distribución por escuelas nacionales y plantea diálogos entre autores y pinturas separados por la geografía y el tiempo; asociaciones que nos hablan de influencias, admiraciones y rivalidades y señalan el carácter profundamente autorreferencial de las colecciones del Museo del Prado.

Fuente: Un Paseo por El Prado.
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